jueves, 31 de marzo de 2011

Conquista


El descubrimiento de América fue para sus protagonistas el descubrimiento del paraíso. Paraíso terrenal para los conquistadores que ante sus ojos desplegaba sus inmensas tierras y riquezas, paraíso espiritual para los religiosos que veían en ella una nueva oportunidad para la construcción de la primitiva iglesia cristiana. Éstos, a su vez, confiaron a las órdenes religiosas la conquista espiritual del territorio, legitimando su actuación mediante dos bulas papales: la Alias Felicis dada por León X el 25 de abril de 1521 y la Exponis Nobis Nuper  de Adriano VI otorgada el 10 de mayo de 1522. Ambas proporcionaban a las órdenes mendicantes que eran autoridades apostólicas.
Varias fueron las razones que determinaron este monopolio de las órdenes religiosas en la evangelización de América, argumentado legalmente por las bulas papales mencionadas, las cuales son fruto en algunos casos de las condiciones mismas del descubrimiento del Nuevo Continente. 
 México se convierte entonces en un gran banco de pruebas donde se prioriza la labor evangélica, encargándose de ella las órdenes religiosas que predican con vigor el retorno a la pobreza y basan sus reglas en la vida comunitaria, la oración y la predicación. Entre esas órdenes monásticas destacaron las “mendicantes”, llamadas así porque fueron fundadas al margen de los beneficios eclesiásticos, sustentándose gracias a las limosnas voluntarias de sus fieles y benefactores. Alta capacitación y nivel de exigencia que facultó a los mendicantes en su defensa de los indios, consiguiendo tanto bulas y breves papales como mandatos de la corona y los virreyes, relativos a los derechos y deberes de la población amerindia dichos indios y todas las otras naciones que en lo futuro vendrán a conocimiento de los cristianos, aun cuando estén fuera de la fe, no están sin embargo privados ni hábiles para ser privados de su libertad ni del dominio de sus cosas”. Igualmente, su alto nivel intelectual hizo posible la creación y aplicación de unos métodos misionales coherentes, ajustados a las necesidades y problemas que planteaba la evangelización de los múltiples pueblos y culturas americanas que, además, gozaban de una cosmovisión totalmente distinta a la cristiana y occidental.
La evangelización americana, de forma sistemática y profunda, tiene su punto de partida en el Virreinato de Nueva España, a partir de 1524 con la llegada de los doce primeros franciscanos, a los que seguirán dominicos y agustinos, en 1526 y 1533, respectivamente. A lo largo del siglo XVI, a la par de la conquista militar del continente se produce la conquista espiritual, y junto a estas tres órdenes mendicantes, siempre privilegiadas por su actividad pionera en México, se sumaran otras órdenes religiosas como los mercedarios y jesuitas que se dedicaron también a labores misionales; los carmelitas descalzos, los trinitarios o los mínimos de San Francisco de Paula, religiosos que no se dedicaron especialmente a la evangelización de la población amerindia sino a labores de cura pastoral, es decir, predicación, administración de sacramentos y celebración de los actos de culto.
 Por último, una vez que la urgencia de la empresa evangelizadora estaba resuelta se fomentó la presencia de órdenes de carácter asistencial, entre las que destacaron los hermanos de San Juan de Dios, los bethlemitas y los hermanos de la Caridad de San Hipólito, estas dos últimas congregaciones nacidas en la propia América, aunque fundadas por españoles. Sólo los jesuitas sobresalen de todas estas órdenes, desarrollando una labor misional y evangélica con los naturales equiparables a la del clero regular mendicante. Su llegada al Nuevo Mundo se produce en 1566, estableciéndose primero en La Florida y Perú, y en 1572 en Nueva España. Si bien toda su trayectoria evangélica en el continente fue impecable, protagonizaron capítulos especialmente significativos como fueron los casos de las reducciones guaraníes, y las misiones de Sonora y Sinaloa en el Norte de México.
A medida que se introdujo el cristianismo se fue produciendo un mestizaje, un sincretismo religioso y cultural, ya que el apostolado de los mendicantes partió de la base de que sólo el conocimiento del mundo prehispánico proporcionaría los parámetros a seguir en la evangelización del territorio. En otras palabras, era necesario “comprender antes que actuar”, sólo así se favorecería el cambio religioso de la población autóctona. El punto de partida fue el empleo de las lenguas vernáculas para llevar a cabo la labor misionera, no limitándose simplemente al aprendizaje de las mismas, sino realizando un gran esfuerzo por materializar sus experiencias lingüísticas en obras escritas, que favorecieran tanto el conocimiento de dichos idiomas a través de vocabularios y recopilaciones lingüísticas, como la divulgación de los preceptos religiosos cristianos y los métodos por ellos empleados en la conversión de los naturales, por medio de catecismos, confesionarios y sermonarios.
La religión en el mundo mesoamericano no era solamente un sistema de creencias acerca de un conjunto de divinidades, sino un concepto mucho más profundo, era un esquema cosmogónico que regía todas las facetas vitales. Por esta razón, los religiosos instrumentalizaron un sistema que permitió abarcar a todos los grupos sociales y todos los aspectos de la vida indígena: relaciones familiares y sociales, métodos de trabajo, actividades, vida privada y comunitaria. Por ejemplo: participando de forma activa en el proceso de adaptación e integración de los naturales en las nuevas formas de trabajo y explotación de la tierra que los españoles impusieron tras la conquista de México, fundando centros de enseñanza técnica y artesanal, como el franciscano de San José de los Naturales en México-Tenochtitlán.
Igualmente, sacralizaron y ritualizaron el calendario indígena con fiestas y acontecimientos religiosos en los que las procesiones, el teatro, la música y la danza, tan presentes en las festividades y actos de la religión mesoamericana, se convertían en instrumentos metodológicos para transmitir el mensaje evangélico, que al ser protagonizado por los propios naturales, redundaba en su apropiación de las creencias y compresión de los dogmas cristianos. Formas prehispánicas para un contenido cristiano que desemboca ya a fines del siglo XVI, y con toda fuerza y vitalidad en la cultura barroca, en un sincretismo religioso, que asimilaba a Tonantzin, una de las formas de la diosa madre en Mesoamérica, con la Virgen María.  
Virgen de Guadalupe, considerada la "Madre de los mexicanos",  

Fiesta patronal a San Juan Bautista
Con ésto damos una muestra de como la gran influencia religiosa que trageron consigo los españoles, hoy en día es fundamental en las creencias y forma de vida de la mayoria del pueblo mexicano.

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